Los consumidores también pueden combatir el envejecimiento prematuro de sus dispositivos tecnológicos, evitando así el consumismo y la basura electrónica. Hasta que el mercado se vea obligado a cambiar.
Admitámoslo: contrarrestar la obsolescencia (programada o no) de nuestros dispositivos tecnológicos es una tarea difícil, incluso imposible según algunos. Los teléfonos inteligentes, en particular, que se han convertido en una extensión digital del ser humano, se perciben como objetos indispensables en nuestra vida cotidiana, cuyo más mínimo mal funcionamiento es intolerable. Esto nos lleva a comprar otros nuevos, posiblemente más avanzados tecnológicamente, tras una media de tres años de uso, si no antes.
Pero no tiene por qué ser así. Para todo tipo de mantenimiento siempre puedes recurrir a la red, que es una fuente inagotable de conocimientos y consejos, como las guías de reparación de computadoras, los foros para preguntar y los tutoriales sobre cualquier tema.
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Apalancamiento comercial y obsolescencia planificada
Desde la aparición de los teléfonos móviles hasta su evolución en herramientas tecnológicas multifuncionales, el mercado dominado por las multinacionales tecnológicas nos ha acostumbrado al lanzamiento continuo de nuevos modelos, tanto en forma como en prestaciones, que han hecho del smartphone, con la ayuda de una fuerte dosis de marketing, un símbolo de estatus, además de una herramienta útil para el trabajo, el entretenimiento o la socialización.
A ello se añade la práctica de la obsolescencia programada que, salvo algunos casos certificados por las autoridades antimonopolio, sigue siendo una sospecha razonable. Se trata de la introducción de componentes tecnológicos que, de forma más o menos intencionada, hacen envejecer prematuramente nuestros dispositivos, por ejemplo mediante la publicación de actualizaciones de software que ralentizan su funcionamiento o que, de forma más banal, ya no pueden ser soportadas por los modelos más antiguos, lo que obliga a actualizar incluso el hardware que funciona.
Consumismo tecnológico que perjudica al planeta
Sin embargo, hemos aprendido que estos objetos de los que ya no podemos desprendernos necesitan materiales raros y valiosos para ser producidos y constituyen residuos contaminantes una vez eliminados. Conseguir que duren más es una necesidad medioambiental y ética que ni siquiera el más apasionado fanático de la alta tecnología puede ignorar.
Mientras esperamos una nueva legislación que regule el mercado, los consumidores también podemos limitar los daños causados por el consumismo tecnológico, que hace que incluso los objetos más sofisticados y funcionales se queden rápidamente obsoletos, aumentando así el ya gran volumen de residuos de RAEE. Baste decir que solo en Italia, en 2020, se recogieron más de 365.000 toneladas de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (“Informe anual del Centro de Coordinación de RAEE”), una cifra que no tiene en cuenta la cantidad que no se envía para su correcta eliminación.
Basándonos en fuentes como el New York Times, pero también en la ayuda de informáticos serviciales y pacientes, intentamos aquí dar cinco sugerencias generales para alargar la vida de nuestros gadgets digitales.
Elegir lo que realmente necesitamos
El primer y sencillo requisito es elegir un aparato de buena calidad, pero también adecuado a nuestras necesidades, sin caer en la trampa de la última moda. Antes de comprar el último modelo debemos preguntarnos: ¿realmente necesito las nuevas prestaciones que ofrece? ¿Soy un fotógrafo semiprofesional que va a aprovechar los tres objetivos del teléfono o es que ni siquiera sé para qué sirve el gran angular? ¿Es útil una tarjeta gráfica potente para jugar en mi PC o utilizo sobre todo hojas de cálculo e Internet?
Y de nuevo, ¿mi viejo teléfono está roto sin posibilidad de reparación o puedo repararlo? Y si realmente tengo que comprar uno nuevo, ¿por qué no explorar el creciente mercado de los dispositivos reacondicionados, que, de forma económica y ecológica, da una nueva vida a aparatos en desuso que aún están en perfecto estado?
Reparación y mantenimiento
Aunque no tenemos que ser expertos en informática para utilizar nuestros aparatos tecnológicos, siempre es bueno saber lo fácil que será reparar el objeto que vamos a comprar (existe un índice de reparabilidad para los que compran en Francia), y estar preparados para realizar un mínimo de mantenimiento. Para el software, la regla básica es descargar las actualizaciones de optimización y seguridad de las aplicaciones. En cuanto al hardware, basta con tomar algunas precauciones: proteger las partes más frágiles, como la lente o la pantalla del smartphone, o limpiar los conectores periódicamente. Por ejemplo, si el audio cruje, el altavoz interno podría estar sucio. Limpiarlo, incluso apoyándose en los expertos en la materia, si no en los tutoriales disponibles en internet, puede ser una forma fácil de prolongar el buen funcionamiento de nuestro aparato y ahorrar al medio ambiente un nuevo residuo.
Siga las reglas de oro de la seguridad
Luego está la cuestión de cómo seguir manteniendo protegido un dispositivo, ya sea un ordenador o un smartphone, incluso cuando ya no recibe actualizaciones de software y, por tanto, está más expuesto a los riesgos. Para empezar, se puede seguir actualizando el navegador de Internet, que es el que la mayoría de los usuarios utilizan con más frecuencia. Mozilla, por ejemplo, hace que las actualizaciones estén disponibles incluso para ordenadores de más de 10 años. Además, siempre es buena idea seguir las reglas de oro de la seguridad informática: evitar abrir contenidos sospechosos o descargar aplicaciones de tiendas de aplicaciones no autorizadas; proteger las cuentas en línea con al menos dos pasos de autenticación o instalar aplicaciones antimalware. Para Android, algunas aplicaciones recomendadas son: Malwarebytes, NortonLifeLock y Lookout.
Pasar al código abierto
También hay estrategias más avanzadas para mantener un dispositivo en funcionamiento y seguro más allá de su vida útil. Por ejemplo, la organización sin ánimo de lucro Free Geek recupera viejos ordenadores personales instalándoles una copia de Linux, el sistema operativo de código abierto conocido por su seguridad y utilizado para tareas básicas como navegar por Internet, intercambiar correo electrónico y crear documentos. La instalación de un sistema operativo de código abierto requiere algunos conocimientos técnicos, pero una miríada de recursos y tutoriales en línea ofrecen instrucciones detalladas para añadir Linux a máquinas Windows y Mac obsoletas.
Dar una segunda oportunidad a los viejos modelos
Por último, pero no menos importante, como objetos multifuncionales, nuestros dispositivos digitales, aunque se descarten después de una nueva compra, siempre pueden ser útiles para tareas más sencillas. Una vez más, Internet nos ayuda con todo tipo de sugerencias. Los viejos teléfonos inteligentes pueden convertirse en tocadiscos para escuchar música, portafotos digitales, puntos de acceso 4G a Internet en una segunda vivienda (en lugar de una “caja de jabón” wifi), concentradores para la automatización del hogar, rastreadores gps en el coche.
Los objetos que llevamos en el bolsillo cada día no sólo son valiosos por todo lo que nos ayudan a hacer. También son valiosos por los recursos del planeta que consumen. Lo menos que podemos hacer es que duren el mayor tiempo posible y, cuando ya no sean realmente utilizables, eliminarlos adecuadamente.
El impacto medioambiental como criterio de selección
Ordenadores, monitores, servidores o teléfonos inteligentes totalmente recuperados y reacondicionados, embalados en cajas de cartón ecológicas y distribuidos únicamente a través de socios locales con medios ecológicos.
El parámetro de la sostenibilidad orienta la elección no sólo de las empresas que suministran componentes de un proceso o un producto industrial con un impacto nulo o casi nulo.
Ser verde ya no es suficiente para una sola industria si aguas arriba o aguas abajo el valor de la sostenibilidad se pierde o se ve comprometido por sus proveedores. El impacto medioambiental también rige la elección de los socios y empresas de la cadena de distribución, los que suministran el envase y los que entregan el producto final. Si la empresa que encabeza la cadena es responsable de los productos de una economía circular, el resultado también se convierte en un modelo de referencia.